Eso no fue gracioso porque a pesar de que nunca había visto una fotografía de Jack el Destripador, no sería difícil imaginar que lucía como Patch. Oscuro, con cabello ondulado. Penetrantes ojos negros. Una boca que acaba con cualquier pasado decente cuando este sonreía.
Abrí la puerta y Patch pasó. Vestía pantalones vaqueros desgastados y una camisa gris enrollada hasta los codos. Su típica roída gorra de béisbol completaba el atuendo.
Miró por encima de mí.
–¿Dónde va la toalla?
Le dije, –Haz lo tuyo, voy a vestirme, y podremos estar fuera de aquí en cinco minutos.
–Lo mío me toma un poco más de cinco minutos –dijo Patch–. Dame veinte, y te prometo que voy a hacer que valga la pena.
–Sólo abre la puerta.
–Para el historial –dijo Patch, caminando por el pasillo hacia mi habitación–, yo no rompí contigo. Dije que debíamos enfriar las cosas hasta después de Jeshván.
–Tú dijiste que no debíamos vernos más.
–Dije que no debíamos ser vistos juntos.
–¿Así que... estamos juntos?
Patch se detuvo y miró por encima del hombro, nuestros ojos se conectaron.
–No estoy besando a otras chicas, si eso es lo que estás preguntando.
Mi pulso se aceleró.
–Esto no se trata sólo del Jeshván –le dije–, los dos sabemos que no me has dado toda la historia. Si crees que no me había dado cuenta de que has venido en torno mucho menos, pues piensa de nuevo –. Esta no era una vaga acusación. En los últimos dos días, apenas había visto a Patch. Echaba de menos tener que cruzarnos momentos espontáneos durante el día, y lo extrañaba diciendo buenas noches después del anochecer.
–No necesitas conocer toda la historia.
–Eres indignante.
Él dio la más mínima sonrisa. –Es una cuestión de seguridad.
–¿Desde cuándo tienes miedo del peligro?
–Desde que te involucra a ti.
Un ligero escalofrío ondulado penetró hasta mis huesos.
–El año pasado fui perseguida por un asesino vengativo y tu ex psicótica, puedo manejar el peligro.
Patch me apoyó contra la pared. Sus manos estaban sobre mis hombros, su cuerpo a un milímetro de distancia de tocar el mío. Una gota de lluvia cayó desde su pelo y aterrizó como el hielo en mi clavícula.
–Hay todo tipo de peligro –dijo, sus labios rozaban los míos –. Tú apenas y te has metido en ellos.
Luego se apartó, agarró la manilla de la puerta del dormitorio, empujó con firmeza el hombro a la puerta y la abrió con un crujido astillado. Pasó el interruptor de luz, pero la habitación se quedó oscura.
–La luz se quemó –dijo Patch–. Si tienes un repuesto, lo puedo cambiar ahora.
Me retorcí pasando más allá de él y seguí para el armario, sintiendo mi camino hacia abajo a los bastidores de ropa.
–Voy a arreglarlo más tarde. ¿A qué vamos esta tarde? Cerrando la puerta del armario entre nosotros, me tiró un par de pantalones vaqueros, una sudadera con capucha y una camiseta ajustada. Debido a que estaba lloviendo, opté por zapatos de tenis y una cola de caballo, deseché la idea de una nueva capa de rímel.
–Le di un vistazo a la pandilla con la que Scott Parnell estaba involucrado en Portland –dijo Patch–. Fui evadido. Nadie quiere hablar. Nadie está dándome toda la información.
–Quizás no la pediste muy amablemente –dije a través de la puerta.
–Yo nunca lo pido amablemente, Ángel.
–Tú me lo pediste amablemente.
Se rió en voz baja, íntimamente. Despertó una sonrisa en mí… y luego rodeé mis ojos. Caer bajo el hechizo de Patch era lo último que necesitaba hacer en este momento, especialmente atrapada en una oscura habitación con él. Una habitación cuya principal pieza de mobiliario era una cama.
Abotoné la parte superior de mis pantalones y abrí la puerta.
–Listo.
Una luz se filtraba por la ventana al otro lado de la habitación. Patch estaba tendido en mi cama, las manos cruzadas detrás de su cabeza. Mi almohada estaba metida debajo de él, prometiendo que su olor permanecería ahí después cuando tratara de dormir. Y en ese momento supe exactamente lo que había soñado.
Sacudí las especulaciones de más detalles. Obviamente yo aún tenía sentimientos por Patch, pero no quería ser el perro que persigue su cola, corriendo en círculos y volviéndose loco por algo que estaba fuera de alcance.
–Entonces, ¿cuál es el trato con Scott y la pandilla en Portland? –Pregunté.
Patch columpió sus pies en el borde de la cama.
–Eso es lo que vamos a averiguar.
–¿Obtendré más detalles?
–Te lo explicaré en el camino.
Bajamos las escaleras, salimos del edificio y corrimos al otro lado del estacionamiento a través de la lluvia.
Estaba por abrir la puerta del lado del pasajero del Jeep cuando Patch se apoderó de mi codo, deteniéndome.
Apretó algo en su llavero y dijo:
–Ahora es seguro.
–¿Qué fue todo eso?
–Tomé mi seguridad a un nivel superior. Quería hacer que fuera difícil para alguien manipular el Jeep. Es mi trabajo protegerte –miró de reojo–. Me tomo mi trabajo seriamente.
No pude saber si mi estremecimiento fue por sus palabras, o la lluvia se filtró a través de mi piel.
–Dime lo que sabes acerca de Scott.
–Creo que estamos viendo algo un poco más organizado que una pandilla.
¡Lo sabía!
–¿La mafia?
Patch sacudió la cabeza, sonriendo débilmente.
–Por ahora, vamos a llamarlo una sociedad. Una muy organizada, muy funcional sociedad.
–¿Te refieres a una sociedad secreta?
–Me refiero a una sociedad de sangre. Nadie quiere decirme algo, lo cual significa que la sociedad inculca una cantidad decente de miedo y tienen algo que ocultar.
–Entonces, ¿qué vamos a hacer?
–Vamos a animar a Scott a abrirse. Justo ahora, él sabe más que nosotros. Vamos a cambiar eso.
Esto sonaba ligeramente más a El Padrino, de lo que prefería.
–¿Qué, exactamente, vamos a hacer? –Pregunté, imaginando a Patch arrastrar a Scott a un callejón oscuro y dispararle en las rodillas hasta que escupiera todos los secretos que había guardado.
–Manejar hasta Springvale y detenernos en un juego de Pool en el centro.
Springvale era más o menos del tamaño de Coldwater y a unos veinte minutos más hacia el interior, –¿Yo pensaba que no podíamos ser vistos juntos en público?
–No vamos a ir juntos. Tú entraras sola. Actúa gratamente sorprendida cuando veas a Scott y pégate a él toda la noche.
–¿Cómo sabes que Scott estará ahí?
Patch empujó la llave en la ignición y encendió el motor.
–Scott tiene un problema con el juego.
–¿Y tú no?
La esquina de la boca de Patch se inclinó hacia arriba.
–La diferencia es, que yo gano.
–Está bien, entraré y actuaré sorprendida. ¿Qué vas a hacer tú?
Se puso un par de gafas de aviador y puso el Jeep en reversa.
–Si te lo digo, arruinaría la sorpresa.
–¿Por qué siempre tengo que ser sorprendida?
Él sonrió. –Te ves linda cuando eres sorprendida.
¡LISTO! Lo que les había prometido. A mí me encantó y me pareció muy divertido de leerlo.
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